En épocas de caparazón emocional, es complicado dar con un libro que lo atreviese y rompa esas protecciones que tanto esmero construimos alrededor de nosotros mismos.
Comprar un libro por su portada, sí, tan trivial como esto y tropezar con lo que llegará ser una de las mejores lecturas de los últimos meses.
La novela de Tawni O’Dell es a la vez tierna, verdadera, conmovedora pero también despiadada y cruda.
Aborrezco americandas y tampoco gusto en novelas sobre adolescentes o niños, pero la letanía de la familia disfuncional que encontramos en “Caminos ocultos” me hizo ponerse de rodillas. Es una historia de inexplicable pureza que la autora convierte en un libro simplemente extraordinario. De una manera maravillosa entrecruza varios componentes – desde adoquines de violencia domestica, via piedra lisa de primeros deseos, hasta césped verde de la feliz infancia… Los caminos de Tawni nos conducen a través de una América salvaje y feroz, cuyas garras pueden incluso con la inocencia y el afecto de un niño.
La edad de los personajes no pesa tanto sobre la novela, aunque, he de reconocer que cada personaje fue tejido de una manera excepcional y muy verosímil. La historia de violencia y obsesión con la que nos topamos en Caminos Ocultos es muy propia del mundo adulto, sin embargo, el hecho que se encarne a través de esos entrañables personajes jóvenes e inexpertos, hace del libro no solo una lectura total y crucial sino también desemboca en una amarga canción sobre la fuerza de la vida cuyo estribillo se quedará con nosotros para siempre.
"Porque sobrevivir requiere talento".
Cuenta cómo madurar en un entorno hostil, cómo hallar su propia identidad, cómo descubrir la sexualidad. Es un cuento boscoso, trepidante e inolvidable. Una lectura diferente, muy auténtica que me caló hondo.
Leía ese libro, sentía temblor y hormigueo en las puntos de los dedos;
sí, la señal que mi sangre bailaba, que el libro conectaba conmigo,
que conectaba con lo más esencial: mi humanidad.