domingo, 10 de julio de 2011

Despertarse. Escribir. Mi primer encuentro con Marguerite Duras.


Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido.
Marguerite Duras convocaba el espíritu de la escritura y lo moldeaba a su antojo. ¿O era el espíritu que rugía en ella y la poseía? En cualquier caso, eran inseparables y de esa unión nacía una belleza de verso capaz de trastornar al lector más insensible. 
Era una persona maravillosa, tanto que dejó un preciso testamento de su taller de la escritora - unos ensayos recopilados en "Escribir", (en España ed. Fabula Tusquets). 
***
Leer a M. Duras es dejar que nos atraviese una descarga que agita el pensamiento entumecido. Es bailar a su ritmo, es someterse a un mareo constante. Al acabar la lectura nos encontraremos algo inquietos, inseguros, distintos. 
Marguerite conoce la brujería de palabras que sacuden y transmiten verdades que despiertan sed de más. Para ella, escribir es una maldición. Escribir es sembrar bondad. Escribir lo es todo. 
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. En la soledad del autor, la del escribir...Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir...
La francesa habla de la escritura como de algo absoluto. Celebra la palabra escrita que pretende llevarnos de viaje empinado al centro del ser humano, de su piedad y de la locura, de su ardor y su frialdad. Leer a Duras es entrar en el mundo del escritor, romper su caparazón superficial y rasgar el fuero interno. Es estremecerse.

En “Escribir”, un caleidoscopio muy personal de pensamientos no domados, Duras declina la existencia y conjuga los universos.
Crea un ganado de palabras, lo deja libre en las explanadas lisas de papel para que se pastee, para que se reproduzca, para que se convierta en ese paisaje mágico y etéreo aunque macizo … la escritura.
Cuando yo escribía en la casa todo escribía. La escritura estaba en todas partes...Eso hace salvaje la escritura. Se acerca a un salvajismo anterior a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se encarniza. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe...

Bendito sea el día cuando me hablaron de Marguerite Duras.  Sus ensayos de “Escribir” han marcado un antes y un después en mi vida. Todavía siento la serie de estímulos agudos que llevó al hormigueo de los dedos. Cuido el recuerdo del escozor de sienes del que nacieron las ganas incomprendidas de crear, de formar, de pertenecer. Gracias, Marguerite… 

Gracias por despertarme.



4 comentarios:

  1. Qué de maravillas sobre su pluma ... =)
    Apuntado queda.
    Un beso!

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  2. Qué pena haber leído esta entrada tuya un domingo, porque tras terminar de hincarle el diente la respuesta natural que me ha venido ha sido levantarme e ir a comprarla.

    Cosa que haré mañana lunes.
    Cosa que te agradeceré siempre.


    Little bye.

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  3. @Laura Jamás he leído algo comparable a M.Duras. Maravillosa.

    @Escala Reducida Disfrútala, deja que te sacuden sus versos. Cuando leas "Hiroshima, Mon Amour",no serás el mismo. Besos.

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  4. Leí a Duras por primera vez con 12-13 años, El amante, me quedé totalmente prendada de cómo escribía y de la historia, más aún teniendo en cuenta la edad que tenía, no me importaría volver a leer ese libro, porque seguro que ahora me produciría unas sensaciones muy diferentes a las de entonces. Bsos

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