domingo, 10 de febrero de 2013

Lo añoras. Reseña de "Saliendo de la estación de Atocha" de Ben Lerner.

“era como verme mirándome hacia abajo a mí mismo mirando hacia arriba” 

Sigue la risa sofocada, una marcha fúnebre de las pastillas blancas y las pastillas amarillas, el cóctel molotov vitaminado con dosis excesivas de café, vino y dope.
El proyecto picaresco de un becario yanqui proclamado “El Poeta”, la mentira de Adán y el fraude de Adam Gordon, promoción 2x1, ese agrio pastiche bipolar que todavía resuena en mis oídos. Todo eso y nada de novela llena de vida e hilarante.


Sinopsis: Adam Gordon, el joven protagonista de Saliendo de la estación de Atocha, disfruta de una prestigiosa beca en Madrid para llevar a cabo lo que él grandilocuentemente llama "proyecto poético". Sin embargo, también trata de desentrañar su identidad, así como su relación el arte. Animado por cantidades ingentes de café que rebaja con tranquilizantes que él mismo se prescribe, la búsqueda de Adam le llevará a conocer una ciudad que está a punto de vivir un importante capítulo de su historia.
"Hilarante y endiabladamente inteligente, una novela llena de vida." Jonathan Franzen


En una trama pachucha, demasiado vistosa y “hip”, debajo de los escombros del arte moderno, hallamos a un farsante que se niega a ser bilingüe. Los personajes se desvanecen en la crème bohême de Madrid, queda borrado el trágico día de 11-M y posteriores gritos de protestas - todo eso se mezcla con la humareda de un porro y así, se nos antoja irreal, despojado de su verosimilitud. 
"Saliendo..." es una novela que se sufre, desde párrafos pomposos sobre el sentido de arte y el potencial de lenguaje, hasta dadaísmos nocturnos del Poeta que demasiado ebrio comete un asesinato verbal tras otro. Se especializa en asesinar verdades, sobre sí mismo, para ser exacto.. Adam es un mentiroso, condenado a auto-victimizándose en su patética soledad.

“Lo tienes pero no lo tienes.

Lo añoras, te añora.
Os añoráis”

Ashbery


Llegué a odiar el personaje, aborrecerlo, desearle lo peor...
Llegué a maldecir su incomunicación, su vergüenza, su miedo a decidir y a convertirse. Llegué a odiar su temor del futuro, de "ser"... y la tendencia regocijarse en “estar”. Hasta me di cuenta que también yo sufro ese estigma de la temporalidad; el miedo a lo real, el querer ser la ficción...
El pánico a ser uno de tantos es la comadrona en el nacimiento de  nuestra inconexión con la realidad y con los acontecimientos históricos, empuja el estar al lado, observar, no implicarse, no sentir, “merodear”, desvanecerse y diluirse con el fondo.
Tendemos a vivir la vida desde detrás de un cristal empapado, incapacitados por el miedo a traspasar el umbral...
Aunque nos tiente el hecho de hacerlo, las ganas de empezar de nuevo, arrojarse al azar del destino, jugar con posibilidades...
Nos topamos con que a veces el arte no sirve de cura...
La incapacidad de palabras de describir la realidad, de captar la autenticidad de las cosas y los sentimientos. La incapacidad del ser humano, venga de dónde venga... La esquizofrenia de un inmigrante bilingüe y la mente bipolar de un artista...



Cuan ligero/pesado es el ritual de tomar las pastillas blancas:

“Era un rito eucarístico de abnegación en el que me reconocía a mí mismo que era incapaz de enfrentarme al mundo sin medicación de diseño y de ese modo me absolvía de parte de mis actos; era un poco humillante y un poco liberador”