Raramente pasa que dé
cobijo a las palabras ajenas en mi interior, que las acaricie, sepa entender,
asimilar y permita que penetren en esas capas más profundas de mi personalidad.
Si eso llega a pasar habitualmente es una experiencia tan íntima y religiosa
que nunca hablo de ello y aún más improbable que vaya vociferando sobre la
experiencia.
Pero
llega James Rhodes como el torbellino que todo lo remueve, cambia de sitio y
hace que los mosaicos antes descifrables por fin cobran sentido, que en el tapiz
de mi propia “locura” empiezo a ver patrones, un significado y hasta cierta
grandeza.
Tema 17 [pág. 231]
De todo lo que aprendí, lo que más me ayudó fue experimentar esos sentimientos
de dolor y vergüenza pero olvidarme de las historias vinculadas a ellos. Antes,
sentía esa vergüenza, asco o desprecio por mí mismo, y al notar aquellas
emociones me las iba narrando mentalmente, les ponía imágenes y palabras,
exploraba los motivos que había tras ellas, me permitía alimentarlas,
juzgarlas, multiplicarlas. Entonces aprendí, lentamente, a quedarme quieto y
fijarme en ellas con curiosidad, sin etiquetas, narraciones ni juicios.
Advertía en qué parte del cuerpo se alojaban (siempre en el corazón o en el
estómago), las observaba, experimentaba el dolor, me quedaba a su lado. Y os
prometo que cuando haces eso, todo empieza a curarse. De forma lenta pero
segura, empieza a curarse, disminuir, mitigarse.
Sí,
“Instrumental”, ese libro maldito de James Rhodes ha desbloqueado en mí algo, ha soltado un ente, ha
abierto esa compuerta escondida al final del pasillo que evitaba visitar y
olvidaba con mucho esmero. Porque hay personas que para crear y sentir… tienen
que sufrir. Eso en la lectura de James queda muy patente y pierde esa connotación
negativa. James parece decir:
abraza tu
oscuridad, transfórmala en algo grande. No tengas vergüenza, no sufras en vano.
Al final de camino, para ti también hay rendición.
Tema 16 [pág. 207]
Estoy condicionado y mentalmente estructurado para temer lo peor, creer a todas
las voces negativas de mi cabeza y esperar que sucedan episodios horribles. Así
son las cosas. El lado positivo es que eso me lleva a estar siempre alerta, con
ambición, esforzándome. El negativo…, bueno, pues que estoy chalado, estresado,
que el éxito de los demás me inspira una envidia horrorosa.
Y hace falta tener un par de
cojones bien puestos para hablar de terror, miedo, humillación, vergüenza en la
manera que lo hace James. Lo suyo es expiatorio y terapéutico, hasta educativo.
Y en ningún momento artificial, porque por las páginas de “Instrumental” corre
sangre de verdad, allí hay grito y angustia agazapados esperando para
devorarnos, hay verdad odiosa y mentira complaciente… Hay esperanza y duda. Hay
un proyecto, una oda monumental a la vida, una torre de sentimientos hecha
sobre escombros que se sostiene gracias al amor por la música.
Que
su historia sea de las espantosamente dolorosas y que encierre tabú de esos
intocables, solo hace que la lectura sea más intensa. Pero no confundamos eso
con morbo y sensacionalismo.
Recuerdos
dolorosos que comparte James, recuerdos y experiencias que desintegrarían
cualquier corazón, se explayan de manera muy natural – si es que natural y
violación infantil pueden coexistir en la única frase. Esa verdad visceral se
apega a nosotros, la hacemos nuestra, la vivimos y aprendemos de ella.
Tema 10 [pág. 130]
Nada, absolutamente nada, me impedía hacerlo. Repito que por
eso es tan difícil tener paciencia con personas como yo. En mi fachada hay dos
puertas. En una se lee claramente: BUENA VIDA; en la otra, INFIERNO. Y no solo
crucé la puerta oscura, sino que lo hice silbando, con toda la despreocupación
del mundo, remangándome y con gran decisión. Me metí tranquilamente, como si
fuera el mayor gilipollas del mundo, en el puto apocalipsis.
Porque tener ese amasijo de
oscuridad y sufrimiento dentro y hablar de música como los ángeles. Porque
tener el cuerpo y alma partidos por trauma infantil y conservar lo
suficientemente belleza y amor como para escribir de esta manera y querer
abrirse al mundo. Abrirse con su fragilidad, su rabia, su locura, sus voces, su
determinación y su fracaso. Su belleza y su fealdad monstruosa. Su amor y su
odio… Eso
es ser grande - un genio.
Debo
también mencionar la impoluta forma que buscó Rhodes para encerrar sus locuras
y sus pasiones. “Instrumental” es una recopilación hecha de 20 temas, con un
prólogo y epílogo. Un concierto de música clásica izado de palabras y
sentimientos… Una construcción hábil, que enlaza la historia personal de James
y su descubrimiento de música y el impacto que su magia tuvo en él. Memorias
llenas de digresiones, anécdotas y lecciones magistrales de vida. Un
camino de superación a través del vasto mundo de música clásica y sus genios.
Tema 17 [pág. 223]
Ahora sé que la música cura. Sé que me salvó la vida, que me mantuvo a salvo,
que me dio esperanza cuando no la había en ningún otro sitio.
Fue el primer libro que he
leído este año. Y es que no podría elegir una estela mejor para el 2016 que
esas memorias Rhodes. Aquí me encuentro a mí misma – delante de una hoja en
blanco… escribiendo otra vez. No necesito otra confirmación que esta.
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Me ha dado ese brote
compulsivo de ir recomendando el libro a diestra y siniestra (amigos, lo siento)
pero os lo digo de verdad: tenéis que leerlo. Leedlo, los que combatís vuestros
propios demonios, por muy estrafalarios que sean. Y los que no los tengáis
también leedlo… Aprenderéis de música, de lo bello de crear y seguro que os
hará bien. Y de paso os daréis cuenta lo felices y afortunados que sois al no
tener una brecha que os parte por la mitad. Y os empujará a apreciar más la
vida, a disfrutarla... joder!
Tema 7 [pág. 90]
Es espantoso e irónico saber que he pasado casi toda la vida huyendo de las
cosas que me acabaron salvando (la sinceridad, la verdad, la realidad, el amor,
la aceptación de quien soy) porque creía que me matarían.